Desde que el ser humano se gestó como tal, desde los inicios de la cultura, hemos sentido la imperiosa necesidad de dejar huella, un eco que combata contra lo perecedero, generar un recuerdo para la posteridad, acercándonos así a
la inmortalidad.
Entendiendo el arte como herramienta comunicativa inherente única y exclusiva de
nuestra especie, éste se nos presenta como un mediador del sujeto con su entorno.