La prueba indiciaria y su eventual incidencia sobre la presunción de inocencia
Date
2021Abstract
The importance and frequency of circumstantial evidence in criminal proceedings are
not matched with the nearly non-existent legal regulation of this type of evidence.
Consequently, it can be said that circumstantial evidence is mainly a case-law
institution. Accordingly, the judgements no. 1985/174 and 1985/175, issued by the
Spanish Supreme Court, and the judgement of the European Court of Human Rights of
18 January 1978 (Case Ireland vs United Kingdom), marked a turning point, since they
recognized -and did not underestimate- the role that this evidence can play in the
criminal proceeding, reinforcing its legality and suitability to outweigh the
presumption of innocence. From then on, the contributions aimed at shaping the nature
and extent of this evidence, made by the Courts and the doctrine, have been countless,
leaving room for some casuistry along the way. The climax of all this work came to
fruition in the recent judgement no. 2019/532, from the Spanish Supreme Court, whose
goal was unifying and reiterating, elaborately, the operational guidelines and standards
to bear in mind so as to concede probative value to it.
The key on this matter consists of determining when the circumstantial evidence is
enough. Its indirect nature requires the own prudence of a State of Law, that is
concerned to ensure the presumption of innocence and to avoid defencelessness.
Nevertheless, this does not justify the numerous prejudices that evolved around this
type of evidence, mainly in the past, which led to it being relegated to a secondary or
minor position. Currently, the subsidiarity thesis has been left behind and, hence,
circumstantial evidence is as equally valid and appropriate to reach the same probative
efficiency as direct evidence La importancia y habitualidad de la prueba indiciaria en el proceso penal no son
correspondidas con la casi inexistente regulación legal de esta modalidad probatoria.
Consiguientemente, puede decirse que la prueba indiciaria es una figura de
construcción eminentemente jurisprudencial. En este sentido, las Sentencias del
Tribunal Constitucional 174/1985 y 175/1985 y la Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de 18 de enero de 1978, supusieron un punto de inflexión, al
reconocer -y no subestimar- el papel que la misma puede adquirir en el proceso,
consolidando su validez y aptitud para desvirtuar la presunción de inocencia. Desde
entonces, han sido innumerables las contribuciones de los Tribunales y de la doctrina,
destinadas a perfilar su naturaleza y alcance, dando lugar, por el camino, a cierta
casuística. El culmen de toda esa labor cristalizó en la reciente Sentencia del Tribunal
Supremo 532/2019, cuya finalidad ha sido unificar y reiterar, de manera detallada, las
pautas de valoración de dicha prueba y los criterios a tener en cuenta para otorgarle
valor probatorio.
La clave en esta materia es determinar cuándo la prueba indiciaria es suficiente. El
carácter indirecto de la misma exige la prudencia propia de un Estado de Derecho, que
se preocupa por garantizar la presunción de inocencia y evitar la indefensión. No
obstante, ello no puede operar como justificación de los numerosos prejuicios que se
despertaron en torno a esta modalidad probatoria, mayormente en el pasado, y que
llevaron a otorgarle un carácter residual y secundario. Actualmente, la tesis de la
subsidiariedad está abandonada y la prueba indiciaria es igual de válida y apta para
alcanzar la misma eficacia probatoria que la prueba directa.