La pandemia de COVID-19 ha arrojado luz sobre las disparidades urbanas en los dos espacios donde desarrollamos nuestras vidas. Al principio del confinamiento se hicieron evidentes las desigualdades en el espacio privado de los ciudadanos, ya fuera por el
tamaño de la vivienda como por la densidad de población en el hogar o ambos motivos.
Desde el primer día que se permitió salir al espacio público a los niños y personas
mayores durante un tiempo determinado se hizo evidente la desigualdad territorial entre los barrios dotados con paseos arbolados y los barrios sin estos paseos. La escasa disponibilidad de espacios verdes urbanos (EVU), si es que no fueron clausurados, imposibilitó a los vecinos menos dotados por sus ayuntamientos disponer de espacios libres por las altas densidades de población y la baja accesibilidad temporal a estos
espacios.
