dc.description.abstract | La obra de César Manrique realizada en Puerto de la Cruz es de sumo interés en su proyecto global. Como analizaremos en este trabajo, no solo se limita al Complejo Costa
Martiánez sino que expande sus límites hasta Punta Brava en su voluntad de ordenar la fachada marítima de la ciudad y atemperar los efectos medioambientales, urbanísticos y
arquitectónicos, así como dotarla de espacios de ocio y turismo de excepcional valor.
En este sentido, el turismo en Puerto de la Cruz ha tenido etapas bien diferenciadas. En sus orígenes, desde finales del siglo XVIII y durante la centuria siguiente, la naturaleza
fue su fuente de reclamo. El medio físico y natural constituyó un atractivo singular. Por un lado, la llegada de científicos viajeros ávidos por descubrir el candor de la naturaleza
al objeto de analizarla en todos sus pormenores; y de otro, una minoría selecta de élites foráneas, en general ingleses, que disfrutaba de un clima estable y clemente durante sus
prolongadas estancias de ocio.
Sin embargo, las oleadas turísticas acaecidas desde mediados del siglo XX alcanzan otro nivel de lectura que han sido desglosadas en este estudio, contextualizando el
fenómeno en sus diversos períodos. En sus postreras consecuencias, el monocultivo del turismo y de las modas de la arquitectura imprudente, afectaron el equilibrio del territorio.
La llama de la naturaleza se desvaneció, y el entorno natural y el urbano se vieron gravemente afectados.
Fueron redactados planes de ordenación y embellecimiento de la ciudad, pero casi todo fue en vano. La imagen urbana era paupérrima e impersonal (no es que haya mejorado
en su conjunto), con una fachada marítima desarreglada. Hubo entonces un desencuentro entre el hombre y el mar.
Surgió entonces, a partir de la década de los años 70, la figura insólita y sorprendente de César Manrique quién regeneró una de las fachadas atlánticas más bellas del
archipiélago canario.
Piedras volcánicas, callaos, esculturas móviles, árboles invertidos, objetos encontrados, garitas, empalizadas… ingenio y proezas. Una propuesta de recuperación de un paisaje
degradado en el que el mar es el protagonista. A través de una sintaxis organicista articuló un lenguaje propio enraizado con el lugar.
En el Complejo Costa Martiánez se entretejen tres secuencias, como en un poema de Tomás Segovia: El Lido, con sus piscinas de San Telmo, Los Alisios y El Lago. En los dos
últimos espacios en una escala exclusiva debido al estilo distintivo de César Manrique en su talento creador.
En el texto se hará referencia a cada uno de estos sectores, en la medida de las posibles limitaciones: cómo, cuándo, para qué… cuál es su estado de conservación y, en estos
casos, de qué manera, tal vez, se debería actuar. Para concluir en qué medida esta importante obra ha tenido un alcance extraordinario en Puerto de la Cruz y en otros lugares
ideados por uno de los genios de la cultura contemporánea: César Manrique | es_ES |