Durante siglos, los artistas se dedicaron a crear imágenes. Imágenes que
modelaban los comportamientos. Hoy, no solo cualquier ser humano genera a diario tantas como antaño un artista prolífico a lo largo de toda
su carrera, sino que miles de máquinas captan y reproducen un volumen
tal de imágenes que solo ellas mismas tendrán capacidad de visionarlas.
En este mundo devenido imagen la labor del artista no puede consistir en
generar más, sino en seleccionar y focalizar aquellas que puedan generar
sentido. De ahí nace el apropiacionismo, una práctica que permite al artista hacer suya una imagen ready-made para, inevitablemente, resignificarla en un nuevo contexto.