Diálogos: tradición y modernidad. (Apuesta por una Pedagogía posibilitadora)
Autor
González Novoa, AndrésFecha
2013Resumen
Quien elabora una tesis doctoral "ad usum" o incluso un libro -con independencia de las distintas temáticas a tratar- se halla habitualmente en la necesidad de construir un siempre provisional índice que marque los senderos, el ordenamiento interno con vistas a alcanzar los objetivos perseguidos. Sin embargo, la presente investigación tiene una dificultad sobreañadida que consiste no sólo en buscar un correcto acotamiento sino en conseguir una completa secuenciación de contenidos que posibilite su inteligibilidad. Queremos incidir en esta cuestión porque el planteamiento heurístico parte de un sólido aunque simple hilo coyuntural, el propio de un imperialismo romano en pleno sistema esclavista de producción. Es ese hilo, lejano en el tiempo pero cercano al presente el que posibilita, amplía y complejiza la conversión de una trayectoria pedagógica que, siendo inicialmente sencilla ¿sólo en apariencia- se va convirtiendo en una madeja compleja; en una urdimbre cuya textura está repleta de entrecruzamientos y donde resulta un auténtico reto secuenciar con coherencia no sólo los contenidos sino los fines a perseguir. Marco Flavio Quintiliano supone un punto de inflexión tecno-didáctica, fundamental en su época, un tanto desaparecido en combate posteriormente y re-descubierto y magnificado por un periodo feudal, paradójicamente sobrenaturalista. El naturalismo pedagógico de Quintiliano pervive en muchos pensadores medievales. Y, cuando la Baja Edad Media hace acto de presencia, cuando surge el capitalismo primigenio comercial en pleno seno feudal, cuando surgen las ciudades y el proceso de mercantilización aumenta, se está preparando la eclosión del final de ese proceso histórico que recibirá el nombre global de Renacimiento y de su aristocracia intelectual, el Humanismo. Quintiliano entronca así con un concepto de naturaleza moderna en la que Erasmo de Rotterdam aparece como el catalizador, irénico e irónico, pre-reformador y vislumbrador de lo que va a acontecer; idealista moderado, platónico y preocupado no sólo por la educación sino por una hipótesis convertida en realidad: La reforma protestante. Pero Erasmo, siendo la figura central del Humanismo, no es propiamente un personaje que engarce directamente con Quintiliano ¿más aristotélico que platónico-. La andadura del naturalismo pedagógico da un salto fundamental con el humanismo tardío francés de Rabelais (tenue pero firme precedente del anarquismo, curiosamente), con el realismo de Erasmo y con el estoicismo en el ensayo de Michel de Montaigne. Tendremos que trasladarnos al siglo XVIII para engarzar con el naturalismo pedagógico de Jean Jacques Rousseau; mientras tanto, la maraña de ese ovillo histórico se complejiza con la fundamentación del sistema tradicional de enseñanza (no atemporal y a-histórico como en sus primeros inicios) de la mano de la brillante intelectualmente - y por lo general incomprendida-Compañía de Jesús. Aún es más, tras el Humanismo renacentista, emanará el realismo pedagógico de Comenio, quien re-fundará el sistema tradicional de enseñanza, y con su planteamiento teleológico y positivo-mecanicista quedará ligado con Dios, el método, el orden, las artes mecánicas y¿ con la naturaleza. El entrecruzamiento de caminos está servido y el pedagogo moravo representa el puente de tránsito entre Montaigne, el Rousseau del siglo XVI, con el que el Humanismo del Renacimiento entra en un ¿callejón sin salida¿ y el propio Jean Jacques Rousseau, cuyo precedente inmediato se halla en el pre-ilustrado John Locke. La burguesía revolucionaria se va trocando en conservadora de tal manera que anarquismo (rabelesiano), naturalismo y positivismo consolidan un trinomio contradictorio, de conflicto y de consenso que arribará no ya a Comte o Durkheim, sino al prepositivista Herbart que con su Pedagogía General derivada del fin de la educación funda intelectual y moralmente una rama del saber que morirá con la muerte del propio Herbart.