Está en la muerte la liberación de los cuerpos. Quedan absueltos de toda orden específica o disciplina
anatómica propia. Sin función y sin mandato, sus gestos no tienen ya propósito ni parecen terminarse. Aunque no realmente abortados, los movimientos se deshacen y los miembros descansan,
traumatizados tal vez, pero aliviados; es decir, son devueltos a la liviandad.