En todas las ponencias se aboga por el desarrollo sostenible; ninguna se cuestiona que la
sostenibilidad valga la pena o, yendo incluso más lejos, qué es lo que vale la pena
sostener. La presente adenda se empantana sin parapetarse en la ética pesimista que
subyace al absurdo de la vida para, desde ahí, cuestionarse los principios de la
sostenibilidad en su más amplio sentido. A raíz de estas reflexiones, se aboga por una
pedagogía de la desesperación en la que el amor, el saber y el poder conforman sus tres
pilares principales