El punto de partida de este capítulo es el establecimiento de diferencias
sustanciales entre las personas, normalmente mediante sistemas de clasificación que determinan lo diferente a partir de una de sus características. En la práctica, esta última se radicaliza para justificar la dominación, la opresión política o cognitiva y el empobrecimiento de colectivos definidos por la fuerza de la sinécdoque que se les impone, sea esta
«negro», «rojo», «gitano» o «feminazi». La determinación, como todas
ellas, tiene una relación inequívoca con el poder y suele extenderse al
derecho de veto que las personas que lo detentan tienen sobre los “deseos, necesidades o aspiraciones de vida digna” de las personas menos
poderosas