Caos, boicot, arpías.
Autor
Díaz Sánchez, MirandaFecha
2024Resumen
La evolución de la Historia del Arte se resume como un infinito debate en el que los movimientos artísticos se solapan, se contradicen o se reapropian entre sí a lo largo del tiempo. Cada contexto histórico tiene, por defecto, su antagonista. Expresionistas, dadaístas, punks... Así como la
individualidad del Romanticismo rehúye de la racionalidad del Neoclasicismo aun manteniendo su fascinación por la antigüedad, la contracultura reacciona ante lo hegemónico revirtiendo
el significado de sus iconos. Cuando la identidad colectiva se unifica debido al predominio de
una cultura dominante, nuevas formas de individualidad comienzan a surgir —o resurgir— de
anteriores cenizas. El peligroso poder comercial y superficial de la cultura pop se ha consolidado como uno de los ejes más exitosos del capitalismo. Se reapropió de lo underground, de sus
emblemas y estrategias, para que poco a poco lo marginal fuera atrayendo el foco de atención.
Los iconos de la dialéctica subversiva pueden caer en el lado opuesto, en manos del mercado.
De esta forma, movimientos como el punk se fueron higienizando para atenuar su carga política
en el imaginario colectivo y reducirlo a una estética o producto. La reacción contra este sinfín
de expropiaciones culturales es crear identidades y espacios que nos representen. Para huir de
la hegemonía es preciso la búsqueda continua de diferentes perspectivas, así como perpetuar y
cultivar las dinámicas que separan el interés económico de la necesidad de generar comunidades
genuinas, con sus propios contextos, símbolos y lenguajes.